No fingiré que me gusta ni mucho menos que no soy como el resto. Perder en éste juego es dejar que las nuevas generaciones sean cuerpos sin vida. Las almas nacen y han de nutrirse. El río no ha de acabar, ha de luchar contra los diques que le impiden seguir el curso natural. Todos somos responsables de nuestro destino común. Nunca hemos de olvidar que es peor un silencio que un no. La neutralidad queda en manos de los que no tienen opinión. Y eso demuestra que somos maleables y una fuerza sin inteligencia.
Siglos de represión nos impidieron ser quienes podemos llegar a ser. ¿Quién nos lo impide ahora?

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