07 agosto 2011

(Feliz no) Aniversario

Tocan las doce de la noche. Echo hacia atrás la cabeza en el sofá con un breve y apagado suspiro. He pasado dos horas escuchando la misma música en mi cabeza. Tarareo "Lithium" de Nirvana como si yo misma la hubiese compuesto. El resto no me importa. ¡A la mierda el mundo! ¿Por qué no? Hoy no quiero preocuparme por quien soy yo ni por quien me quiere. Lo único que quiero es chillar rabiosa y dejar bien claro que pienso de cada uno de mis supuestos amigos.

He dejado en alguna parte el móvil en silencio aunque de todas formas se que no sonará. Infinidad de sensaciones, palabras e imaginaciones pueblan mi mente. ¿Y si...? Pero todo ello se esfuma. La realidad es que la decepción acompaña a la conformidad. No quiero aceptarlo pero estoy sola. Y no es una simple sensación. Mis sospechas se han confirmado. Solo soy un nombre en una lista o una cara conocida a lo sumo. Mis problemas son mios y punto. Los suyos están en otro nivel.

Entonces recuerdo los regalos que he ido haciendo a la gente a lo largo del año. Puede que muchos solo fuesen detalles sin valor material. Una cena, una charla, un paseo, un abrazo... Otros sí lo han sido a costa de mi sacrificio. Quien me conoce sabe que ese sacrificio quiere decir quitarme el pan de la boca, literalmente. Pero hay gente que olvida rápidamente. Si das no recibes y si no das eres una mala persona.

No habrá velas ni pastel. Los regalos no existirán. Las felicitaciones serán via Facebook, de esas que haces porque te lo recuerda una aplicación. La comida será un preparado del supermercado de la esquina. Mi rutina no cambiará en absoluto. Tendré que planchar, poner una lavadora, fregar los platos y ocuparme de las tareas pendientes de mi agenda. La suerte que tengo esta vez es que mi padre no estará ingresado en un hospital como cuando cumplí 18 años. Entonces aún creía que mi suerte podía cambiar.

Mis 22 años serán una fecha de angustia en mi calendario emocional. Tan parecidos a los 18, salvo por mi aspecto físico y el rodaje psicológico que llevo, que da miedo pensarlo. Lo único que parece gustarme del momento es el amanecer que he estado esperando mientras escribía esta entrada: gris y plomizo. Medea maulla buscando caricias y yo se las doy. Estoy cansada pero no quiero irme a la cama. Soñar puede revitalizarme pero no será el remedio a mi tristeza.

Solo decir a los que me habéis felicitado un enorme gracias. Lo recordaré y actuaré en consecuencia. Los que tienen buen corazón lo demuestran con sus acciones y el mejor regalo que me habéis dado es haberme tenido en consideración. Os quiero.

Regalos: Un amanecer, la compañía de Medea, las felicitaciones de los que sí son amigos y la vida. Los más especiales han sido el tatuaje que me autoregalé y la felicitación de mi padre que, aunque breve y en el buzón de voz, ha creado en mí una mezcla de alegría, soledad y pena. Ya hace cuatro años que no le veo pero a diario le echo de menos.

Soplaré hasta apagar de mí la tristeza y la soledad.

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