12 marzo 2011

Disección

Cortaria cada parte de mi ser hasta extinguirme por completo. Dividida la cuestión química en la que me he transformado abiertamente y sin tapujos, añoro recorrer calles hasta dar con el alcohol y las drogas que consuelen el grito asfixiante. El rencor del insomnio inperecedero, el estallido de las neuronas rompiendo en mil pedazos quien he sido hasta hace poco más de una semana, el sendero irremediable hasta la locura distante y hereditaria de antepasados lejanos y olvidados en el cajón de la evolución humana.

Recorro muecas de asco, alegría, furor, antipatía, enfado, rabia, tristeza y depresión en una noria volátil que gira y gira con una música decadente y fiera. Rasguños de memoria aún flotan sobre el hielo del coraz´n muerto, rebentado, crispado contra los pulmones ahogándose, luchando por salir de la maldita cama y decir que puedo ser "normal". Me río. Una risa que se vuelve llanto si dejas pasar el tiempo, exhausto de pasar las manecillas sin descanso por encima de mortales como yo que nos empeñamos en ir contra la naturaleza: revivir muertos, escuchar silencios, hacer sangrar palabras...

Deformada, mi horrenda faz interior se apedaza como una muñeca de trapo abandonada, desgastada, con las venas latiendole al son de un ritmo oscilante. Abrir los ojos es ponerme un cuchillo en la garganta. Desear matarte es mi pasatiempo favorito obviando el líquido que no calma mi alma maldita con una cruz invertida en vez de cerebro. Eternidad, injusta eternidad hasta el fin de mis días que imagino deleitándome en lágrimas incontrolables. Otras puedo sembrar musas a mi alrededor y festejar aquelarres de viajes, poesías, noches en vela y dulces cuentos con los que dormirte. Soy un genio pervertido, una maestra de la muerte, una soñadora melodramática, una buscadora de tesoros en nubes de terciopelo... Infinidad de empleos sin remuneración cuantitativa de aspectos morfológicamente obtusos.

Luchar es lo que me queda. El monstruo que soy, el ángel que sigo siendo, el Dios justo que arbitra el duelo con el que me topo al abrir los ojos y descubrirme despierta. Rojo para la euforia, negro para la depresión, violeta para la apatía. Mi calendario tiene un sistema de suicidio colectivo en el que se apuntan las máscaras teatrales. Incluso las alucinaciones son más bellas al verlas de cerca. Tomar el pincel y acabar como Van Gogh me parece un chiste de humor negro totalmente racional. A estas alturas vivir es lo más estúpido a lo que esperanzarme.

Mantenerme erguida no es un acto digno de admiración. Es un trabajo a condena perpetua en el que la celda soy yo misma.

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