03 mayo 2011

Desvario

"El arte nos libera del sunfrimiento transformando
la vida en contemplación de la vida"
Antoni Marí

Allá donde voy mi cabeza me martillea con pensamientos que se sobreponen unos a otros. Así el mundo me parece a veces menos malo y otras es la eternidad que siente un caminante perdido en el bosque. Borro y tecleo rápidamente a destiempo, pensando que así me vaciaré de aquello que me acongoja. El temor, tan dado a aparecer en cualquier rincón, acecha mis pasos de mortal inquieto que se mueve por instinto. Voy sangrando, sin remedio para mí, por las lanzas que se me empezaron a clavar con mi venida a la vida que fue, por lo menos, trágica.

A seres como yo la noche y la Luna nos amparan porque nos entienden con solo observarnos las miradas que tiramos como si de dados se tratase. A ver si alguien se atreve a retarnos. Pero no hacen mas que enmudecerse cosiendose los labios y apretandose los puños. La resignación es el lema de sus corazones. Cierro los ojos para escucharlo. Siento cada poro de piel sufriendo callado y las manos que no dejan de martillear el silencio tajante de una noche de tormenta.

El sofoco aparece de imprevisto, como un trueno y un relampago vacio que auguran la debilidad del hombre y su inminente caida. Como lluvia de mayo, las lágrimas se obturan a través de la totalidad de mi ser. Y por un microsegundo el vacio, al que se llega una vez sabes que preparas tu tapiz de la vida con pena y deshonor. Pero desaparecerá y quedaré desnuda y llorosa en cualquier lugar donde una copa de veneno sea un mayor pago que una buena comida.

Y se que la muerte es para los ricos de alma, como yo, que no se dejan abatir por nada. Para los pobres siempre queda el cielo bastido de oro que venden predicadores sin destino. Ellos crean su Paraíso y nosotros vemos el nuestro con los ojos del águila cazadora. Así que sangremos si con ello podemos ver un solo atisbo de verdad. Será mejor por lo que es y no por un tiempo hipotético. En los libros ya hay suficientes historias que no quiero encontrarme una vez vuele libre, sin lastre. Puesto que no habrá nunca mayor libertad que la muerte por sí sola, quiero llegar a ella por mí misma.

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