24 junio 2011

Dualidad

Una parte de mi se ha esfumado entre los recuerdos que hieren. Como polvo de ceniza, ha volado arrastrada por el viento del norte. Aquella que una noche apareció de las sombras no soportó la luz del día. Se quemó y con su sonrisa más macabra acuchilló su piel hasta morir entre espasmos. La muerte romántica que siempre quiso fue reducida a un inmoral y culpable asesinato. Después su voz no se volvió a escuchar ni sus manos volvieron a tejer el destino, las ilusiones o las esperanzas.
Ahuyentada, la que se salvó recordó aquellos momentos como una pesadilla. Siguió viviendo como si nunca hubiese sucedido. La normalidad la aturdió hasta hacerle perder el juicio mientras recapitulaba. En su más honda prisión empezó a añorar aquel cuerpo postrado en sangre que le recordaba a si misma. Se cuestión quien era y se vio vacía, carente de alma y respiración con la que hacerse latir. El engaño fatalista la quebró en mil pedazos con los que recortó sus muñecas hasta hacerse sentir culpable.
Ambas se encontraron unidas en la muerte. Aquella que nunca las engañó por ser quienes eran.


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