09 septiembre 2011

Un empezar


Cogió la maleta con fuerza. Lloraba. Temblaba. Parecía presa de una locura. Las calles, las personas, sus sentimientos... Nada de eso importaba. Estaba sola en mitad del mundo, con aquella vieja maleta que arrastraba. No tenía rumbo fijo pero no lo advirtió hasta que, agotada por el llanto, se sentó en un parque muy alejado de su divorciada identidad. Atrás quedaban los buenos y los malos momentos. No volverían. Era un impulso emocional pero sabía que no solucionaría nada. Había dado un paso irrevocable que probablemente siempre recordaría. Más amarga que felizmente, pero ya estaba hecho. La fantasía se había convertido en realidad.

En aquel momento ella no pensaba, no reflexionaba. Sencillamente se dejaba llevar por impulsos primarios y por el dolor. Ese que había guardado y que le había creado un vacío y un malestar que la convertiría para siempre en un fantasma. A sus ojos, coleccionar desesperación y temores era una cuenta que pronto llegaría a su fin. Aquella tarde había tocado el cero y, en una especie de cadena sincronizada, todo había quedado atado y resuelto. Menos a dónde iría y qué haría.

Estaba sola y la noche había caído. El frío de octubre empezaba a calarle a través de la fina chaqueta que llevaba. Lo único que se le ocurrió fue poner en orden sus pensamientos. Para ello sacó de su bolso una libreta y un bolígrafo que había rescatado en su huida. Allí escribió automáticamente con la esperanza de sacar algo en claro. Al menos una solución, un sendero, una luz que la guiase. Pero nuevamente se echó a llorar y, con letra iinteligible, escribió lo siguiente:

"¿Cómo empezar una nueva vida? ¿Dejándolo todo atrás sin despedirte de quien eras? ¿Olvidar que alguna vez aquello que echas de menos formaba parte de lo que amabas?"

Estaba más confundida que antes. En su corazón se agolpaba la culpa y en su mente se preguntaba cuál era el siguiente paso. ¿Llamar a un amigo? ¿A quién? Entonces su móvil empezó a vibrar. Temblando, miró la las llamadas no contestadas y los mensajes que aparecían en pantalla. Pronto la buscaría por la zona y era probable que, por mucho que hubiese caminado, la encontraría. Le entró pánico y, agarrando la maleta, corrió. Era un adiós definitivo.

De su convivencia en la casa quedaban pertenencias que no pudo llevarse consigo y una nota donde explicaba que debía empezar de nuevo. Era necesario desaparecer, cual ave fénix, para renacer de la muerte. El tiempo había avanzado y ellos debían hacer lo mismo. Así que siguió huyendo. Cada paso la alejaba más de quien había sido para acercarla a quien quería ser. Sin obstáculos, sin pesos en la espalda. Incluso deseaba borrar su memoria, beber del Leteo si hacía falta. Ya no importaba. Haría ver que sus arrugas eran de sabiduría y no de pena. Que sus cicatrices eran anécdotas de sus viajes y no de su amargura. Maquillaría su pasado para darle un toque misterioso. Para ella, había nacido cuando firmó aquella nota de despedida. Por fin acabarían las preocupaciones. Hora de volar.

Sus pasos la llevaron a una luz entre la oscuridad. Fijó la miraba y advirtió que era una parada de autobuses. Se acercó hasta que pudo ver que allí no había nadie esperando. Pensó que probablemente o pasaría ningún autobús a aquellas horas. Aún así. curiosa, miró los destinos a los que podrían conducirle cuando amaneciese. Pero antes de que pudiese leer la información, el ruido de un motor la sorprendió. En la carretera apareció un autobús que paró a la altura donde estaba ella. El conductor abrió la puerta y esperó, paciente, a que ella dijese algo:

-¿A dónde va?- preguntó tímidamente
El conductor sonrió y, invitándola a pasar con la mano, le respondió:
-Eso depende de ti.

Sin dudarlo ni un segundo, subió con su maleta.

2 comentarios:

  1. Nuestras vidas dependen más de nosotros mismos de lo que pensamos. En cualquier caso, es absurdo soltar las riendas y dejarnos llevar hacia ningún sitio.

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