15 febrero 2016

Un deseo

Si te digo que te quiero, no hay Cielo o Infierno.

Momentos hechizados que te retienen, te atan y desatan, y vuelven a mis brazos dispuestos a decirte que tú y yo no somos... ¿Qué no somos? ¿Dos extraños? ¿Dos hilos? ¿Tu ser y el mío enredándose en nuestras manos? La Luna, mon amour, en la sangre de nuestras entrañas, latiendo. Escalofríos y una copa en mitad de la noche. El silencio confiesa: pecados y pecadores. Jamás algo me supo tan agridulce como lo que logramos. 

Me quedan esas tiernas contradicciones: sí pero no, no pero sí. Ellas, causando desastres en mitad de dos mundos, y sombras que se confunden, se fusionan, se asimilan y se destierran, odiándose. Fondo y objeto creando una imagen retenida en el papel. Acariciarlo con esa mezcla de orgullo y desesperación. ¿Por qué no puedes venir a mí? Déjame, oh, vida, regalarte mi esencia. Espejismos de soñador y loco cual artista sin destino. La eternidad será nuestra.

Prometes, juegas, ríes y, ¿por qué no?, te enamoras. No puedo ser feliz a medias. ¿Cuánto tiempo nos queda, aquí, escondidos? Soñamos ser fuertes y nos hemos convertido en aire y fuego quemando bosques. Cenizas. Renacer. ¿Es así como funciona? ¿Morir para vivir? Mi pequeña Ave Fénix, tu plumaje es demasiado encantador para olvidarlo. Me ciegas con tus alas y yo te cubro tanta luz con las mías, eternamente umbrías. 

Mi dulce muerte, ¡cómo te amo!



3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar
    2. Muchas gracias, Antonio. Me considero solo una aficiona más en este arte que tanto me exhibe y, al mismo tiempo, me protege de mi misma. Espero leer algo tuyo en breve y un placer, de verdad. Seguimos en contacto.

      Saludos.

      Eliminar