29 junio 2025

Plañido

Huecos. Desesperantes, acuciantes, suplicantes. Indignos de las despedidas que ojalá nunca hubiera sido, que ojalá nunca mueran en mi memoria. Más de un año después, me envuelvo en la capa de vuestros últimos minutos de existencia, como si así pudiera parar el tiempo en otras realidades. Puede, de esta manera, que todavía tuviese la esperanza de rozaros en esas noches de finas separaciones entre mundos, mientras os llamo a escondidas.

Espío los recipientes de madera que os han acogido, ahora que de vosotras solo quedan las cenizas, las fotografías y los recuerdos. Entre la esperanza y la desesperanza, los observo, y egoístamente lanzo deseos a la Luna, esperando que me oiga y os traiga de vuelta. Lo hago con la angustia del deseo, por el cual volver a amaros, volver a acariciaros, volver a acogeros en mi pecho y volver escuchar todos los sonidos que hacían vuestros cuerpos vivos.

De vosotras quedan historias agazapadas en mí; anécdotas que asaltan mi mente sin previo aviso. Trenzo los hilos de esa rememoraciones, intentando tejer una manta en la que acoger a quienes siguen llegando. En otros telares aparecen nuevos patrones. Nada para, nada se mantiene. Ni siquiera el recuerdo. Ese peso obsceno parece ahogarme. Aun así, los años pasan para mí, que cada vez noto más las ausencias y el desconsuelo que dejan. 

Requiescat in pace


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