Palabras. Términos. Vocablos.
Que se atascan en la garganta, en el pecho y en el cerebro. Dotadas de impulso, de emoción, de locura.
Todas ellas, enredadas entre sí, pugnando por salir. Por materializarse en la hoja en blanco.
Luchando por subsistir. Vencidas y derrotadas a la vez. Batallando hasta que de ellas solo perdura el eco.
Bloqueadas. Inmovilizadas. Atadas.
Camuflándose en el escenario. Penando en los pasillos. Confabulando con el olvido.
Reminiscencias espinosas de cuando fueron aire y pensamiento. De cuando su presencia fue divinidad.
Una a una, se posan. Una cacofonía dactilar que las airea.
Noción. Discernimiento. Comprensión.
Con nombre, presencia y sentido. Se dejan caer en la mente, ordenadas, otrora anárquicas.
Aceptan deslizarse entre la maraña salvaje para ser plasmadas. Por fin expuestas a la luz.
Arriban. Exhaustas. Heridas. Turbadas.
Felices.
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