22 marzo 2011

Te vas...

Pequeño, no se a dónde fuiste. Imagino que allí donde vive la que ocupó antes tu lugar. Eras menudo, frágil, una bolita adorable de pelo. Aún tenías los ojos cerrados cuando te aferraste a mi en un intento frustrado de vivir. Y no lo conseguí. Ni mis días sin dormir, ni mis noches angustiosas, ni mis deseos más fervientes... Perdí una batalla que para mí no existía.

Tus ojos se volvieron a cerrar con fuerza, para no ver tus dilatadas pupilas en donde yacía la muerte. Ni si quiera suspiraste al morir. Lo hiciste como si el silencio pudiese decirlo por ti. Me abalancé a tu cama caliente. No respirabas, no gemías, no arañabas. Habías quedado inerte, ensombrecido por el calor de la estufa. Ya no existías.

Entre mis manos, que eran de igual tamaño que tu cuerpecito, eras como una muñeca con la cabeza caída y la boca abierta. Los ojos semiabiertos, la boca aún con restos de leche y medicamento. Me vino a la memoria la sangre que vi al llegar a casa, pocas horas antes, la lluvia, la corrida hasta el veterinario, la mirada del mismo, su pronóstico alentador pero maquillado. Estabas hecho para morir y lo hiciste. En silencio.

Entre mis brazos te acuné horas. Intentaba buscar una esperanza, una llamita, un maldito medicamento de todos los que te habían recetado para milagrosamente hacer que volvieses a respirar. No lo hiciste. Rompí a llorar, a maldecir, a gritar como nunca, a dejar ver el peligroso lado de mi enfermedad y el sufrimiento más grande que jamás nadie ha podido ver en mí.

Estabas en tu cajita, con el rigor mortis dejándote el lagrimal del ojo seco y yo sin poder pararlo. Al final el líquido, de no se si leche materna en polvo, antibiótico, suero o azúcar, salieron por tu boca. ¿Importaba? Seguía llorando, seguía esperando la esperanza,seguía mirándote. Nunca más volverías a respirar.

Moriste mientras yo escribía sobre David Hume, segura de aguantar el peso de una noche sin dormir a pesar de los ansiolíticos. Justo repasaba la diferencia de relación de sentimiento entre un objeto inanimado y un sujeto activo. Allí callaste, no respiraste y te quedaste con la lengua fuera, como si la agonía hubiese acabado.

Al cogerte sabía que estabas muerto pero busqué ayuda. En vano, pues entonces fuimos dos llorando y culpándonos, preguntándonos qué narices habíamos hecho para perder dos animales en menos de dos semanas. Cerré los ojos, acariciando tu pelaje, buscando el calor que se iba perdiendo por tus miembros. No dejé de hacerlo hasta que la descomposición estaba cercana. Minutos y más minutos haciéndolo.

La última imagen que guardo de ti es horrenda. Y lo que es peor, puedo decir que moriste en mis propios brazos sin saber qué te mató. Tampoco se si podía haberlo evitado o, como siempre, el destino jugó las cartas. Y tú, Mordred, tan solo contabas con 24 días de vida. Con una semana en casa, no puedo aferrarme a la excusa que viviste tus últimos días feliz. No puedo mentirme a mí misma. Ni a tí, porque se que me escuchas y estás a mi lado. Porque mi duelo para contigo serán 24 horas sin dormir y las lágrimas con las que te bañé antes de enterrarte.

Tras esto ya no se qué queda de mí. Quizás las ganas de morir, la incerteza del presente, la soledad ante la enfermedad, la cupabilidad y, porqué no, la sensación de ser un ángel de la muerte o estar maldita por siempre. Mi condición de desgraciada parece haberme llevado al remolino del fracaso y la desesperación. Y allí muere lo que toco u osa acercarse a mí. Soy un ser sinsentido que intenta apagarse con unas pastillas de más o unos cortes en las muñecas.

A veces quisiera amar menos, o amar más, para que salga de dentro que descansáis en paz y que sois felices y libres. Os quiero. 


Para aquellos que (nunca) volverán.



Te vas (Acústico) - Ismael Serrano

8 comentarios:

  1. que la luz de este ser totalmente puro se comvierta en la estrella que guie tu camino precioso te a quedado precioso

    ResponderEliminar
  2. como dice el de arriba ahora tienes una estrella

    ResponderEliminar
  3. Gracias a ambos pero el sufrimiento suele ser mayor. Debe parecer extraño que llore tanto por un animal pero es que se me han muerto dos gatos en una semana y, además, siempre han sido más amigos los animales que las personas. Con una mirada ellos pueden saber qué te pasa.... Besos a los dos y gracias de nuevo por leer mis "paranoias"

    ResponderEliminar
  4. a mi no me lo parece para nada extraño, es un compañero igual :) a un amigo mío se le murieron dos perros

    ResponderEliminar
  5. Acaban formando parte de la familia con su carácter, sus manías, sus gustos, encantos, etc... Pasas años junto a ellos, se comunican contigo, te escuchan y tu a ellos. Será porque siempre he vivido con animales pero ellos me han dado comprensión, ánimo y cariño, cuidándome en muchos casos. El vínculo es muy fuerte.

    Eres un amor, Kaerog ;)

    ResponderEliminar
  6. Siento que hayan muerto tus gatos, pero no debes sentirte culpable. Debe ser la semana, porque a mi madre se le murió el periquito. O quizá sea, simplemente, que es época de renovación. Unos se van y otros vienen.

    Ánimo.

    ResponderEliminar
  7. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  8. Juanjo, agradezco tus ánimos. Yo intento aferrarme a la esperanza de los ciclos pero siempre es duro, sobre todo cuando detrás de esas muertes hay historias más tristes (de los animales abandonados) y problemas que superar (mi propia enfermedad). Hay que caminar.

    Ahora tenemos a dos preciosidades en Casa; Torta y Medea. La primera la teníamos porque la adoptamos junto a Mordred y la segunda llegó a casa el viernes, ambos del refugio de animales situado en Sant Quirze del Vallès. Ellas me escuchan, me sienten, me quieren y yo a ellas.

    Siento también lo del periquito de tu madre. Tuve cuando era pequeña porque a mi madre le encantaban y cuando mueren se siente el mismo vacio.

    Besos y abrazos.

    ResponderEliminar