28 octubre 2013

El silencio del camino

Tecleo una vez, otra y otra, borrando cada vez las palabras que se deslizan sin coherencia. Elimino una a una las frases. Explicarlo se me hace distante, frío, un tanto cortante y sobre todo, imposible. Describo la sensación como "perdida de la musculatura literaria". Cuánto más escribes, menos tiendes a querer seguir, y cuánto menos lo haces, te invade la sinrazón y el porqué. El efecto tapón que se te queda atascado en un lugar del cerebro en el que habitan mil y una historias que nada tienen que ver con el placer. El mejor remedio es teclear hasta que algo logre desenredar el nudo de emociones que se llevan algunas ilusiones y por sí mismas se vuelven peligrosas. 

Las temporadas van y vienen y si no soy capaz de frenarlas, de darles forma aunque sea en una pantalla vacía, mucho me temo que se vuelven monstruos que exceden mi mundo de pesadillas. Allí, en el marco abstracto de la memoria, la psique, el recuerdo y la imaginación; allí, en que otorgo una capacidad inhumana al control férreo de los minutos que me componen. Frase a frase, el miedo al blanco parece difuminarse y aunque mis locuras tengan precios ocultos, suelo rodearlas con mis brazos y esquivarlas en el blog, una hoja de papel perdida, una canción, un momento de soledad... Si no lo hago yo, lo harán ellas y sus deudas duelen más que mis fracasos.

Meses ha que no he visto más palabras que las de otros. El silencio se ha hecho dueño de un terreno en el que el mar se ha enfurecido y ha tomado forma de tormenta implacable. Veo el faro a los lejos, tras la niebla, esa que me invita a que, con una luz en la mano, intente iluminar qué maquiavélicos planes tiene ahora mi mente varada en las orillas puntiagudas. Seguir las voces de los acantilados, huidizos, atractivos e influyentes, me trae memorias quebradizas y otrora incomprensibles que despiertan el instinto de resurrección. Caer es el peligro. Quedarme donde estoy, la muerte fría y engañosa desde la que otros seres gritan y aúllan en sus fantasías. 

Olvidaré las huellas de lo vivido. Sé que mi sitio está ahí, junto al faro que ilumina mis noches.


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